La pandemia, el hospital, la frutería, la confesión, la Playa y … Flor, esa linda y vieja amiga

01 septiembre 2021

– Salimos al Hospital y me dio miedo, las normas anticovid se cumplen a rajatabla por parte del Hospital, pero es inevitable que no haya descuidos por parte de los usuarios y del propio personal sanitario. Conversaciones con el médico a un palmo de mis narices y yo sin máscara para que pueda verme la garganta, los ojos y la boca; los usuarios pasan por mi lado como si fuéramos de la familia, tanto que al salir noté en mi cogote la halitosis de una paciente minifaldera, muy ágil y con prisa, al salir por la puerta principal. Nada importante, dicen que si pillas la Covid estando vacunado apenas lo notas. Alguien amigo que vive de la Sanidad Pública, me pone al día de que lo de la Covid no es una broma de mal gusto y me manda un recorte con las estadísticas de ayer. Al pie de la nota, un mensaje: «Enrique, no seas gilipollas, (lelo o estúpido), y cuídate, esta pandemia sigue viva, ayer 194 muertos más.»

– Superado el trance hospitalario y con todas las precauciones del mundo, me voy a por los productos de la tierra. Tomates, pepinos, ciruelas, plátanos, melocotones, manzanas … y ahí va todo el mundo con su máscara, como debe ser. Entra un comprador y pregunta: ¿Tienen mascarillas para clientes que se la olvidan en casa?

– Cojo el coche y me dirijo a darme una vuelta por la playa, pero antes me voy a confesar de cualquier cosa pues no quiero perderme el café con mi amigo el Párroco y, especialmente, las pastas de Doña Virtudes. El culto está en estado floreciente. No sé si habrá bendiciones para todos, pero, finalmente, hubo para los elegidos, un café de puchero, ración tacita de porcelana, dos pastas chicas, un padrenuestro y siete avemarías de penitencia, por darme algo, pues no salgo ni para pecar, le he dicho al cura.

– Y ya en la Playa, me encuentro con los de siempre, los chicos del PREU que andan observando el paisaje, las nubes de colores, todas las colitas de buen ver y, eso sí, un buen libro abierto en señal de no miro a nadie.

– Intentando olvidarme de que vivo en tiempos de pandemia, me alejé de ellos y me senté junto a Flor, esa veterana amiga del ayer y de siempre. Le pregunté: «¿Qué estás leyendo? – Me miró, sonrió y se puso a recitar como si fuera el mismo Homero:

«La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse.»

– Me quedé observándola en silencio fijando mis ojos en sus preciosos ojos verdes … «Sábato, siempre Sábato» – me dijo. Sus ojos se humedecieron, creí que me iba a contar algo … pero me abrazó, solo me abrazó y así estuvimos unos largos segundos… después se levantó, me dio un beso en la frente y me dijo: «Adiós, Enrique, adiós …» y se fue.

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""Grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y necesito, al menos, creer en mi protesta""" (Albert. Camus)
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2 respuestas a La pandemia, el hospital, la frutería, la confesión, la Playa y … Flor, esa linda y vieja amiga

  1. Ciertamente, querida amiga Paz, quedarás tras de todo, tras nuestro y …
    UN abrazo fuerte.

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  2. Llegará un día, siempre existe esa posibilidad, de que hablemos o escribamos de otra cosa. De la vida de antes o de la de esta, pero en otros escenarios que no sean esos, pero seguramente como apostillas al final cuando nos demos cuenta ya habrá llegado la siguiente. Me lo había dejado atrás. Un abrazo ya de fin de semana, pero también da igual.

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