07 agosto 2021
– Recuerdo el día en que aprendía a nadar, tenía yo nueve años y fue en la piscina grande de los Baños San Sebastián en la barcelonesa playa de la Barceloneta.
– Recuerdo, también, la primera vez que vestí de futbolista federado, tenía yo doce años, fue en el Campo del Material, junto al río Besós, muy cerca de su desembocadura.
– Recuerdo el día que me enamoré, tenía diecisiete años, fue en un guateque celebrado en una casa baja del Pasaje San Pablo, frente al Hospital. Allí la conocí.
– Recuerdo el día en que me casé con Ella, tenía veintitrés años, fue en la Cripta Gaudí de la Colonia Güell en Santa Coloma de Cervelló.
– Recuerdo, tantas y tantas cosas que fueron hitos felices en mi ya prolongada vida que ya no sabría si al hacerlo pudiera confundirlos con un paso de mayor e intrascendente, lejanía.
– Recuerdo que uno de los mejores deseos que me trasladó mi Madre cuando ya no era tan niño, se definía, más o menos, así: «Hijo, no te preocupes tanto por el éxito profesional, ponte como objetivo principal hacerte persona, una buena persona, lo demás vendrá solo». El día que Ella murió, en el año 1992, supe que era cierto.
– Recordar tiempos felices es volver a vivir, poderlo hacer, un premio.
Gracias, Úrsula. Cuando pienso en Ella, en mi Madre, aún sueño que vive conmigo.
Un abrazo fuerte.
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Me encantó lo que te decía tu madre, es muy hermoso.
Un abrazo, Enrique
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Así es amiga Paz, estamos, ese es el premio.
Un abrazo caluroso de sábado.
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Los recuerdos ya a estas alturas son la vida entera. No recuerda quien no ha vivido, será por eso que cuando somos jóvenes esa vista atrás se torna diferente, aunque haya sido y siga siendo feliz. Y como bien dices es un premio hacerlo, señal de que aún estamos. Un abrazo de un calurosísimo sábado.
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