9 mayo 2020
Pero a lo largo de la virtutertulia surgió, como siempre, algo sublime, algo para reconsiderar y para guardar en el baúl de los pensamientos mas nobles, en un ayer ya lejano, fue Montse Z, la catalana, quien nos regaló su propia idea con un comentario para enmarcar en mi teatro experimental y en el de cualquiera que quiera hacer volar su espíritu hasta donde ella nos sugiere:
“El mar siempre me ha acompañado en mis silencios, en mis secretos, en mis recuerdos y como lo tengo un poco lejos, cuando tengo mono de estar «sola» y sentir la naturaleza para poder pensar en lo mío, recurro a la montaña, a la mía, a la de Montserrat y en una zona no demasiado alta, porque el tiempo no me permite llegar hasta la cima, miro el paisaje conocido y entonces me siento en paz y libre para solucionar los problemas. Desde arriba todo se ve tan pequeño que creo que los problemas decrecen en la misma proporción que lo hacen los espacios vistos desde otra perspectiva. Siempre tiendo a simplificar las cosas al máximo, aunque sea una idea un poco infantil, me facilita poder continuar hacía adelante y me ayuda a ser optimista. Nada supera el olor del mar y el de los árboles mojados por la lluvia.”
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Precioso deseo, querida Paz. Suscribo intensamente ese noble intento.
Un abrazo de sábado.
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Hay que palpar, sí casi tocar, ese olor a sal, a mar, a olas, a cielo, a gaviotas, arena y piedras para saber la profundidad del pensamiento de tu virtutertuliana. Lo sé lo he experimentado y ahora que llevo días que solo lo veo de perfil, solo pido volver a confinarme con él del todo, permanecer en su orilla hasta casi ahogarme y dejar que su ir y venir me lleve hasta esa línea lejana en la que el horizonte se pierde; allí y solo allí el cielo estará más cerca. Feliz sábado.
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